Hace pocas semanas el equipo de rodaje de la serie Isabel pasó por la ciudad de Cáceres para rodar algunas escenas para la segunda temporada de la serie. Aprovechando dicho acontecimiento, me gustaría retomar la historia que iniciamos hace algún tiempo en relación a la vida de la monarca castellana y la visión que la pequeña pantalla nos ofrece de ella.
Nuestro relato se detuvo en la muerte del hermano de Isabel, Alfonso. Tras su fallecimiento (en julio de 1468), Isabel se proclamó la legítma heredera al trono, si bien, su intención no fue la de arrebatar la corona a su hermano Enrique, sino la de prestarle obediencia y conseguir de éste el reconocimiento de sus derechos sucesorios, lo que abríría un nuevo y largo proceso de negociaciones entre el bando isabelino y el del monarca castellano.
Puesto que para reconocer el derecho de Isabel a la sucesión Enrique debía desplazar a su hija Juana en la línea sucesoria, el rey mandó el 15 de agosto de 1468 buscar a su esposa (retenida en Alaejos) ordenándola que regresara a la Corte, ya que se estaba tratando una cuestión que afectaba al matrimonio (nulidad del matrimonio). Luis Suárez indica que la reina, visiblemente embarazada dedició huir, y para ello se descolgó en un cesto por los adarves de la muralla junto a su amante, Pedro de Castilla, buscando refugio en Cuellar, señorío de Beltrán de la Cueva. En cambio la serie nos muestra a la reina llegando a la residencia de los Mendoza (donde también se encontraba Beltrán de la Cueva) junto a Pedro de Castilla para solicitar su protección.
Más allá del suceso, la negociación entre las dos partes continuó. Para evitar la guerra era necesario reconocer a Isabel como heredera, que ambos hermanos y sus bandos se reconciliasen y que todos se sometieran a la obediencia del rey. En septiembre de 1468 el pacto de Guisando devolvía la paz a Castilla. Enrique no tuvo otra salida para evitar la guerra, Isabel era reconocida heredera y Juana relegada de la sucesión. Para ello, el monarca tuvo que reconocer que su matrimonío con Juana había sido ilegítimo y además admitió que la reina "de un año a esta parte non ha usado limpiamente de su persona como cunple a la honra del dicho señor rey nin suya". Pero hubo además otro acuerdo de gran importancia, el que tenía que ver con el futuro matrimonio de Isabel. En este sentido, era privilegio del monarca la proposición de los pretendientes. Sin embargo, la princesa se reservaba el derecho de aceptarlos o rechazarlos.
Como ya hemos tenido ocasión de ver con anterioridad, la invervención de la nobleza en este asunto fue fundamental, destacando sobre todo el papel desempeñado por Alonso Carrillo y Juan Pacheco (quien tras Guisando vuelve a la Corte). Sin embargo, como bien ha apuntado Mª Isabel del Val, todo parece indicar que Isabel conserva un amplio grado de independencia política, y que tiene una notable habilidad para moverse, en medio de aguas tan agitadas, en pro de su interés personal, y de sus propias ideas". Una circunstancia ésta que la serie es pacaz de transmitir al espectador a lo largo de sus capítulos, íncluso (más allá de la realidaz o la ficción) a través de la conversación privada en la que se muestra cómo Isabel convence a su hermano para firmar el pacto tras hacerle saber que su matrimonio con Juana es ilegítimo y que la reina está embarazada de otro hombre.
Firmado el pacto, Isabel debía ser jurada en las Cortes como sucesora en un plazo de 40 días, sin embargo, Enrique aplazaba dicha cita. En la serie, será la propia Isabel la que exprese estos incumplimientos antes de que el monarca convocara las Cortes de Ocaña, culpando de la situación al que realmente fue el gran instigador: Pacheco.
Mientras tanto, ambos bandos no cesaban en sus intenciones de casar a Isabel con la persona que más les conveniera. Así, mientras Carrillo se reunía con Peralta para facilitar el matrimonio de Isabel con Fernando de Aragón (a quien su padre quiso primero casar con la hija de Juan Pacheco, Beatriz Pacheo, una joven que poco tiene que ver en temperamento y astucia con la imagen mostrada en la serie), el monarca y el propio Pacheco trataban de concertar una boda entre Isabel y Alfonso V de Portugal con un doble propósito: si Isabel acepta, alejarla de Castilla, y si se niega, casarían al rey portugués con Juana y se haría la guerra a Isabel por rebelde.
Finalmente, las Cortes se reunieron en Ocaña en abril de 1469, sin embargo, lo que debían ser unas Cortes extraordinarias para jurar a Isabel se convirtieron en ordinarias. Enrique incumplía así una parte del acuerdo de Guisando, si bien, este no fue lo único. El rey había aceptado enviar a su esposa a Portugal, y no lo hizo. De la misma manera, no entregó a Isabel las rentas que le había prometido. Isabel decide trasladarse de Ocaña, donde estaba recluida y vigilada por el monarca, a Madrigal.
Entramos pues en un nuevo capítulo en la vida de la joven princesa, seguramente uno de los más importantes de su vida, la elección de Fernando de Aragón como futuro esposo. Compromiso que trataremos en el próximo post.
BIBLIOGRAFÍA:
SUÁREZ, Luis, Los Reyes Católicos, Barcelona, RBA, 2005.
VAL VALDIVIESO, Mª Isabel, "La sucesión de Enrique IV", Espacio, tiempo y forma. Serie III. Historia medieval, nº 4, 1991.
VAL VALDIVIESO, Mª Isabel, "Isabel, princesa de Asturias", en Actas del Congreso Internacional Isabel la Católica y su época, vol. 1, Valladolid, Instituto Universitario de Historia Simancas, 2007.
Más allá del suceso, la negociación entre las dos partes continuó. Para evitar la guerra era necesario reconocer a Isabel como heredera, que ambos hermanos y sus bandos se reconciliasen y que todos se sometieran a la obediencia del rey. En septiembre de 1468 el pacto de Guisando devolvía la paz a Castilla. Enrique no tuvo otra salida para evitar la guerra, Isabel era reconocida heredera y Juana relegada de la sucesión. Para ello, el monarca tuvo que reconocer que su matrimonío con Juana había sido ilegítimo y además admitió que la reina "de un año a esta parte non ha usado limpiamente de su persona como cunple a la honra del dicho señor rey nin suya". Pero hubo además otro acuerdo de gran importancia, el que tenía que ver con el futuro matrimonio de Isabel. En este sentido, era privilegio del monarca la proposición de los pretendientes. Sin embargo, la princesa se reservaba el derecho de aceptarlos o rechazarlos.
Como ya hemos tenido ocasión de ver con anterioridad, la invervención de la nobleza en este asunto fue fundamental, destacando sobre todo el papel desempeñado por Alonso Carrillo y Juan Pacheco (quien tras Guisando vuelve a la Corte). Sin embargo, como bien ha apuntado Mª Isabel del Val, todo parece indicar que Isabel conserva un amplio grado de independencia política, y que tiene una notable habilidad para moverse, en medio de aguas tan agitadas, en pro de su interés personal, y de sus propias ideas". Una circunstancia ésta que la serie es pacaz de transmitir al espectador a lo largo de sus capítulos, íncluso (más allá de la realidaz o la ficción) a través de la conversación privada en la que se muestra cómo Isabel convence a su hermano para firmar el pacto tras hacerle saber que su matrimonio con Juana es ilegítimo y que la reina está embarazada de otro hombre.
Firmado el pacto, Isabel debía ser jurada en las Cortes como sucesora en un plazo de 40 días, sin embargo, Enrique aplazaba dicha cita. En la serie, será la propia Isabel la que exprese estos incumplimientos antes de que el monarca convocara las Cortes de Ocaña, culpando de la situación al que realmente fue el gran instigador: Pacheco.
Mientras tanto, ambos bandos no cesaban en sus intenciones de casar a Isabel con la persona que más les conveniera. Así, mientras Carrillo se reunía con Peralta para facilitar el matrimonio de Isabel con Fernando de Aragón (a quien su padre quiso primero casar con la hija de Juan Pacheco, Beatriz Pacheo, una joven que poco tiene que ver en temperamento y astucia con la imagen mostrada en la serie), el monarca y el propio Pacheco trataban de concertar una boda entre Isabel y Alfonso V de Portugal con un doble propósito: si Isabel acepta, alejarla de Castilla, y si se niega, casarían al rey portugués con Juana y se haría la guerra a Isabel por rebelde.
Finalmente, las Cortes se reunieron en Ocaña en abril de 1469, sin embargo, lo que debían ser unas Cortes extraordinarias para jurar a Isabel se convirtieron en ordinarias. Enrique incumplía así una parte del acuerdo de Guisando, si bien, este no fue lo único. El rey había aceptado enviar a su esposa a Portugal, y no lo hizo. De la misma manera, no entregó a Isabel las rentas que le había prometido. Isabel decide trasladarse de Ocaña, donde estaba recluida y vigilada por el monarca, a Madrigal.
Entramos pues en un nuevo capítulo en la vida de la joven princesa, seguramente uno de los más importantes de su vida, la elección de Fernando de Aragón como futuro esposo. Compromiso que trataremos en el próximo post.
BIBLIOGRAFÍA:
SUÁREZ, Luis, Los Reyes Católicos, Barcelona, RBA, 2005.
VAL VALDIVIESO, Mª Isabel, "La sucesión de Enrique IV", Espacio, tiempo y forma. Serie III. Historia medieval, nº 4, 1991.
VAL VALDIVIESO, Mª Isabel, "Isabel, princesa de Asturias", en Actas del Congreso Internacional Isabel la Católica y su época, vol. 1, Valladolid, Instituto Universitario de Historia Simancas, 2007.