Hace poco tiempo tuve la oportunidad de visitar la ciudad portuguesa de Tomar. Al llegar allí, al igual que sucede con muchos otros enclaves de este tipo, quedamos prendados por la gran fortificación que divisamos a lo lejos, que en este caso se mostraba especialmente bella por la enorme vegetación que la rodeaba (el conocido como Bosque de los Siete Montes -Mata dos Sete Montes-). Un lugar de difícil acceso situado en una excelente posición estratégica.
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Muralla del castillo |
A medida que subimos por el camino empedrado que lleva a la fortaleza podemos comenzar a imaginarnos la vida en aquel lugar. Una vez que traspasamos el portón de entrada nos hacemos una idea de la magnitud de aquella construcción. La belleza de los jardines, que ahora se encuentran franqueando los lugares de acceso, tan sólo se ve eclipsada por la maravilla arquitectónica que ocupa buena parte del espacio: el Convento de Cristo.
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Vista del Convento de Cristo |
El castillo de Tomar fue mandado construir por el Gran Maestre templario D. Gualdim Pais en 1160. Caballero de Alfonso I de Portugal, adquirió la dignidad maestral en 1157. Con esta imponente construcción Gualdim pretendía asegurar la frontera del reino portugués contra los moros, convirtiéndose dicho enclave en la sede de la orden en Portugal, de ahí que los símbolos templarios aparezcan repartidos por todo el convento-fortaleza.
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Detalle de la barandilla del coro |
Sus impresionantes salas e inmensos pasillos, donde se sitúan a ambos lados los dormitorios de los monjes, dan buena muestra de la cantidad de personas que debieron habitarlo durante siglos, siendo, además, un buen ejemplo de ello la enorme cocina de bóvedas sobre arcos y el refectorio adjunto.
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Cocina |
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Refectorio del siglo XVI, obra de Juan del Castillo |
Sin embargo, el auténtico núcleo del convento es la conocida Charola u Oratorio dos Templarios. Esta iglesia, que fue construida por los templarios en la segunda mitad del siglo XII (convirtiéndose en una de las partes más antiguas del convento), tiene una planta poligonal de diez y seis lados y rematada por almenas (en el exterior) con un campanario. Un conjunto que se nos presenta como una auténtica fortaleza. En el interior, el centro está ocupado por una capilla octogonal formada por arcos peraltados bizantinos, bellamente decorada y presidida por un Cristo crucificado.
Belleza que seguimos encontrando en las pinturas que la rodean y en las imágenes que la adornan.
Sin embargo, desde la constucción primigenia, la iglesia ha sufrido continuas modificaciones entre los siglos XII y XVIII. Los diferentes monarcas portugueses se preocuparon por preservar este espacio y añadir nuevas construcciones, entre las que destacaron diferentes claustros, de los cuales, el principal, fue finalizado en tiempos de Felipe II y es conocido, precisamente, como Claustro de los Felipes.
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Fases constuctivas Convento de Cristo |
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Detalle de la fuente del Claustro Principal |
Tampoco queremos olvidar, en este breve recorrido por el convento-fortaleza las importantes obras arquitectónicas de estilo manuelino que confieren al conjunto las características propias de la arquitectura portuguesa. Destaca, en este sentido, el pórtico de la iglesia, realizado por el arquitecto Juan de Castillo en 1515.